Confieso que hasta mediada la décima década del pasado siglo (¡ ya tenía yo ganas de encalomar una frase de este estilo!) fui moderadamente seguidor del Madrid, perdona que suprima el atributo Real.
Dejé de interesarme por el fútbol como competición a seguir, para conformarme con ser espectador televisivo eventual.
Cuando llegué a tierras alicantinas me encontré con una población muy interesada por la liga de la primera división, cosa rara ya que en Alicante el equipos más significativo de la ciudad, el Hércules, no suele estar en dicha división. Cuando llega a ella, su paso por la misma es efímero en sumo grado. Digo que los componentes de gran parte de la población eran, y siguen siéndolo, hinchas del Barcelona o del Madrid, casi mitad mitad, el Valencia carece de seguidores. Esta circunstancia provoca enfrentamientos, normalmente no violentos, pero si molestos por lo pesados e iterativos.
Desde mi casa de Alicante, los días de partido, cuando se oía un cohete no eras capaz de adivinar ni la procedencia ni el motivo, se podían dar las siguientes variantes:
1. El Barcelona acaba de marcar un tanto, y uno de sus fans lo celebra disparando un cohete
2. Al Barcelona le acaban de colar un gol, y un madridista lo celebra
3. El Madrid marca y un madridista celebra
4. El Madrid recibe un gol y un barcelonista celebra.
En los descansos en la fábrica de Guardamar, la conversación, normalmente apasionada, siempre era monotemática, no el fútbol, sino la rivalidad Madrid versus Barcelona.
Uno de los carreros era el presidente de la peña Barcelonista de Guardamar. Los lunes que seguían a una victoria del Barcelona, el carro circulaba adornado con la banderita del equipo, al contrario, si el fin de semana había sido contrario a los intereses del Barcelona, el carro parecía tan triste como su conductor.
En aquella época, a la vuelta de uno de mis frecuentes viajes de fin de semana a Madrid, llevaba la radio puesta, transmitían un partido de la selección. No recuerdo si el equipo español iba perdiendo o empataba, pero lo cierto es que necesitaba marcar, quizás para seguir en la competición, el partido se acababa, y en los últimos minutos marcaron. Entonces escuché, de labios de un tal Manolo Lamas la siguiente memez a grito pelado: ¡Goooooooool dios existe y es español!
Soy un entusiasta de la Periodista Maruja Torres. Una tarde escuchaba una entrevista que le hacían en la SER, al final de la misma la invitaron a quedarse ya que el siguiente participante, era el director de un programa deportivo de la misma emisora, José Ramón de la Morena, al que le habían premiado con algún galardón. La fórmula empleada para pedir a Maruja que se quedara fue aproximadamente
-Quédate con nosotros, ahora viene de la Morena, ¿le conoces?
-Personalmente no tengo el gusto, pero si cierta admiración por un hombre que es capaz de conseguir con un asunto tan intranscendente como el fútbol una audiencia tan numerosa
En estas fechas no se me escapa que el Barcelona no pasa por su mejor momento. Sus aficionados se manifiestan una y otra vez con fuertes protestas contra jugadores, entrenador, directivos....y me hace mucha gracia oír al entrenador pedir a la afición comprensión para sus jugadores, argumentaba que en los momentos bajos los jugadores necesitan cariño, ánimos etc...
El aficionado ya hace bastante con pagar su entrada, que no es barata, y que contribuye al monto necesario para cubrir las enormes nóminas. Yo vería ridículo en la consulta del dentista, quien cobra una pasta, acompañando a un familiar al que tuvieran que intervenir, y que me dijera el odontólogo -Hoy no me encuentro muy bien, por favor anímeme un poco para entrar en situación...
Y aunque también soy un "detractor taurino" (la tortura no es cultura) para rematar los argumentos que me hicieron abandonar al "madridismo" os contaré lo que me decía un aficionado a los toros.
El buen aficionado a los toros, es un espectador exigente. No perdona fallos de los participantes en el espectáculo, es implacable con todos ellos, desde el alguacilillo que inicia la ceremonia, hasta el matador, pasando por las cuadrillas, el ganado y todo lo demás. En cambio el fan futbolero sólo lo pasa bien cuando su equipo gana, aunque para ello tanto su equipo como el contrario jueguen fatal, o incluso disfruta más si el árbitro se equivoca a favor de sus colores, aplaude tachando de inteligentes las acciones fraudulentas de sus jugadores cuando simulan caídas en el área contraria o cometen faltas con la picardía necesaria para que pasen desapercibidas por el juez de la contienda.
¡Donde esté una buena corrida........!
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