La primavera de 1989 la pasé en Hildesheim, ciudad de la Baja Sajonia. En sus inmediaciones está situada una de las fábricas de BOSCH, precisamente en donde además de otros aparatos se fabricaban las baterías de arranque.
Fui a Alemania para seguir un programa de aprendizaje del idioma.
Fui a Alemania para seguir un programa de aprendizaje del idioma.
Una de las etapas a cumplir consistía en trabajar dos meses en alguna de las factorías, y obviamente yo debía de hacerlo en la de baterías.
Durante esos meses tuve experiencias enriquecedoras, tanto en compañía de la gente que conocí y cuya amistad seguí cultivando, como aquellas otras que se producen internamente a consecuencia de la obligada meditación durante los momentos de inevitable soledad.
Desde mi llegada, me extrañaba comprobar, que a partir de la seis de la tarde, hora de cierre del comercio, la ciudad se quedara tan solitaria. Incluso, salvo los sábados, en los bares sólo podías encontrar personas relativamente jóvenes, alguien me dijo que el motivo de todo esto era que a las personas mayores de cuarenta años les había quedado muy arraigada la costumbre del toque de queda que duró largo tiempo tras la Gran Guerra
Gran parte del casco antiguo de la ciudad se encuentra rodeado por el cauce del río, y a sus orillas un parque, jardín casi natural tan sólo manipulado lo imprescindible para el mantenimiento de caminos y la limpieza de hojarascas. Entre este conjunto y la ciudad antigua, en armonía con el bosque ajardinado, está la muralla natural. Entonces era una vereda de unos ocho metros de anchura, en la orilla externa limitada por un seto que protegía del peligrosu terraplen de unos veinte metros de altura. La orilla interna, la que daba al casco antiguo sin protección ya que decendía hacia las calles colindantes con pendinte más suave y con un menor desnivel.
En aquella tarde me sentía en uno de esos momentos de morriña. Había salido de la fábrica, el día estaba medio nublado, gris, en fin muy aparente para la melancolía. Pues bien, en estas circunstancias, solía ir pasear por la vereda de la muralla. Desde ella observaba los tejados de dos iglesias, una gótica, Gotishe Kirche, y la otra de nombre olvidado pero con la curiosidad de que está dotada del tejado más inclinado que yo he visto en mi vida, ante su visión siempre pensaba que cuando tuvieran que realizar algún trabajo de reparación en el tejado, tendrían que contratar a un alpinista. Desde la muralla se contemplaba también el edificio dedicado a cárcel, caserón muy antiguo de fábrica de sillería y con la rara particularidad de que debería ser la única cárcel del mundo sin rejas en las ventanas, claro en realidad estaba destinada a la pequeña y local delincuencia muy escasa en aquellos tiempos y parajes, no se algún que otro escandaloso borrachín de los que merodeaban por la estación del tren.
Después de mirar durante mi paseo a estos tres edificios, y hacerme las mismas reflexiones de siempre a saber: la inclinación del tejado, la antigüedad de la gótica y las rejas de la cárcel, viendo cómo caía la tarde como aparecían los primeros luceros Venus, Sirio…. me ensimismé en otro de mis temas favoritos, la existencia o no de los OVNIS. Tan abstraído estaba que tardé en darme cuenta de la presencia de otro paseante en mi misma dirección y muy próximo a mi.
Tras un pequeño sobresalto, reaccioné saludándole, mi acento le dio la pista, y sonriente dijo ¿Español?. Le contesté que si, pero que como estaba en Alemania para aprender el idioma, estaba obligado en hablar en alemán. El hombre sonriendo me dijo, que por favor le hablara en español, pues él el alemán no lo entendía. Contrariado por lo poco que me sirvió soltar tan bien la ensayada frase y sin dejarme objetar nada empezó la siguiente conversación;
- Le vengo observando desde hace unos cinco minutos -me dijo- y apostaría una buena cerveza de trigo a que estaba Usted pensando en asuntos relacionados con la Astronomía.
- Bueno admito su sagacidad, aunque puede que le haya sido fácil esta deducción al verme mirar hacia los puntos luminosos que empiezan a hacerse patentes en el cielo. En realidad pensaba en los OVNIS. Contesté
- ¡Interesante asunto!, a mi me apasiona- dijo- Soy de los que están plenamente convencidos de la existencia de los OVNIS, y consecuentemente de la presencia de extraterrestres entre nosotros
-Yo en cambio confieso mi escepticismo. No porque piense que somos la única civilización del universo, tan sólo me apunto a los que opinan que tanto económicamente como por estadística no merece la pena que otra civilización, desde luego muy lejana, gaste tantas energías en acercarse a nosotros sin motivo ya que realmente no contactan y lo que pudieran ser avistamientos son, aunque numerosos, frutos del azar.
Poniéndose muy serio, como dando a sus palabras una solemnidad inusual, me dijo:
-Por favor, atienda lo que voy a decirle. Desde antes de los tiempos históricos nos han visitado seres de una civilización muy avanzada, siempre la misma. Ya veo que Usted ha tratado el asunto, por lo que no le haré perder el tiempo con detalles de los vestigios que estas visitas nos han dejado. Tras de lo que le voy a relatar, pensará Usted que soy un pedante, pero no sería justa esta opinión. La clave de mi exposición está en el mayor descubrimiento de Darwin: “El mecanismo de la Evolución, la supervivenvia del más fuerte, del más preparado “
La vida en la tierra ha evolucionado desde el primer aminoácido formado en la sopa marina primigenia hasta el hombre por medio de los cambios, más o menos grandes, que experimentara aquel ser y le diera alguna ventaja sobre sus competidores. Esta ley deriva en la de la supervivencia del más fuerte, de esta ley no se frenó con la humanidad. Al contrario cada vez que una parte de la misma avanza en conocimientos que le dan más poder, la peligrosidad hacia sus competidores aumenta exponencialmente.
La vida en el sistema de origen de nuestros visitantes evolucionó con un principio diferente, no se produjo el instinto de supervivencia del más fuerte, por lo que esa civilización tan avanzada no ha sido nunca una amenaza para los competidores de su misma especie ni para las demás especies que conviven con ella.
Al descubrir la Tierra y su biología, detectaron un riesgo potencial para su propia supervivencia
Entonces la vida terrestre estaba cumpliendo el primer millón de años, diríamos que en su inicio, pero la avanzada civilización visitante, tenía suficientes medios para prever como sería el futuro. Supieron con exactitud que cuando llegaráramos a evolucionar hasta una civilización avanzada, capaz de saltar al espacio, y por lo tanto sentirse competencia de ellos, su civilización estaría amenazada. Decidieron venir periódicamente, para vigilarnos.
Durante esos meses tuve experiencias enriquecedoras, tanto en compañía de la gente que conocí y cuya amistad seguí cultivando, como aquellas otras que se producen internamente a consecuencia de la obligada meditación durante los momentos de inevitable soledad.
Desde mi llegada, me extrañaba comprobar, que a partir de la seis de la tarde, hora de cierre del comercio, la ciudad se quedara tan solitaria. Incluso, salvo los sábados, en los bares sólo podías encontrar personas relativamente jóvenes, alguien me dijo que el motivo de todo esto era que a las personas mayores de cuarenta años les había quedado muy arraigada la costumbre del toque de queda que duró largo tiempo tras la Gran Guerra
Gran parte del casco antiguo de la ciudad se encuentra rodeado por el cauce del río, y a sus orillas un parque, jardín casi natural tan sólo manipulado lo imprescindible para el mantenimiento de caminos y la limpieza de hojarascas. Entre este conjunto y la ciudad antigua, en armonía con el bosque ajardinado, está la muralla natural. Entonces era una vereda de unos ocho metros de anchura, en la orilla externa limitada por un seto que protegía del peligrosu terraplen de unos veinte metros de altura. La orilla interna, la que daba al casco antiguo sin protección ya que decendía hacia las calles colindantes con pendinte más suave y con un menor desnivel.
En aquella tarde me sentía en uno de esos momentos de morriña. Había salido de la fábrica, el día estaba medio nublado, gris, en fin muy aparente para la melancolía. Pues bien, en estas circunstancias, solía ir pasear por la vereda de la muralla. Desde ella observaba los tejados de dos iglesias, una gótica, Gotishe Kirche, y la otra de nombre olvidado pero con la curiosidad de que está dotada del tejado más inclinado que yo he visto en mi vida, ante su visión siempre pensaba que cuando tuvieran que realizar algún trabajo de reparación en el tejado, tendrían que contratar a un alpinista. Desde la muralla se contemplaba también el edificio dedicado a cárcel, caserón muy antiguo de fábrica de sillería y con la rara particularidad de que debería ser la única cárcel del mundo sin rejas en las ventanas, claro en realidad estaba destinada a la pequeña y local delincuencia muy escasa en aquellos tiempos y parajes, no se algún que otro escandaloso borrachín de los que merodeaban por la estación del tren.
Después de mirar durante mi paseo a estos tres edificios, y hacerme las mismas reflexiones de siempre a saber: la inclinación del tejado, la antigüedad de la gótica y las rejas de la cárcel, viendo cómo caía la tarde como aparecían los primeros luceros Venus, Sirio…. me ensimismé en otro de mis temas favoritos, la existencia o no de los OVNIS. Tan abstraído estaba que tardé en darme cuenta de la presencia de otro paseante en mi misma dirección y muy próximo a mi.
Tras un pequeño sobresalto, reaccioné saludándole, mi acento le dio la pista, y sonriente dijo ¿Español?. Le contesté que si, pero que como estaba en Alemania para aprender el idioma, estaba obligado en hablar en alemán. El hombre sonriendo me dijo, que por favor le hablara en español, pues él el alemán no lo entendía. Contrariado por lo poco que me sirvió soltar tan bien la ensayada frase y sin dejarme objetar nada empezó la siguiente conversación;
- Le vengo observando desde hace unos cinco minutos -me dijo- y apostaría una buena cerveza de trigo a que estaba Usted pensando en asuntos relacionados con la Astronomía.
- Bueno admito su sagacidad, aunque puede que le haya sido fácil esta deducción al verme mirar hacia los puntos luminosos que empiezan a hacerse patentes en el cielo. En realidad pensaba en los OVNIS. Contesté
- ¡Interesante asunto!, a mi me apasiona- dijo- Soy de los que están plenamente convencidos de la existencia de los OVNIS, y consecuentemente de la presencia de extraterrestres entre nosotros
-Yo en cambio confieso mi escepticismo. No porque piense que somos la única civilización del universo, tan sólo me apunto a los que opinan que tanto económicamente como por estadística no merece la pena que otra civilización, desde luego muy lejana, gaste tantas energías en acercarse a nosotros sin motivo ya que realmente no contactan y lo que pudieran ser avistamientos son, aunque numerosos, frutos del azar.
Poniéndose muy serio, como dando a sus palabras una solemnidad inusual, me dijo:
-Por favor, atienda lo que voy a decirle. Desde antes de los tiempos históricos nos han visitado seres de una civilización muy avanzada, siempre la misma. Ya veo que Usted ha tratado el asunto, por lo que no le haré perder el tiempo con detalles de los vestigios que estas visitas nos han dejado. Tras de lo que le voy a relatar, pensará Usted que soy un pedante, pero no sería justa esta opinión. La clave de mi exposición está en el mayor descubrimiento de Darwin: “El mecanismo de la Evolución, la supervivenvia del más fuerte, del más preparado “
La vida en la tierra ha evolucionado desde el primer aminoácido formado en la sopa marina primigenia hasta el hombre por medio de los cambios, más o menos grandes, que experimentara aquel ser y le diera alguna ventaja sobre sus competidores. Esta ley deriva en la de la supervivencia del más fuerte, de esta ley no se frenó con la humanidad. Al contrario cada vez que una parte de la misma avanza en conocimientos que le dan más poder, la peligrosidad hacia sus competidores aumenta exponencialmente.
La vida en el sistema de origen de nuestros visitantes evolucionó con un principio diferente, no se produjo el instinto de supervivencia del más fuerte, por lo que esa civilización tan avanzada no ha sido nunca una amenaza para los competidores de su misma especie ni para las demás especies que conviven con ella.
Al descubrir la Tierra y su biología, detectaron un riesgo potencial para su propia supervivencia
Entonces la vida terrestre estaba cumpliendo el primer millón de años, diríamos que en su inicio, pero la avanzada civilización visitante, tenía suficientes medios para prever como sería el futuro. Supieron con exactitud que cuando llegaráramos a evolucionar hasta una civilización avanzada, capaz de saltar al espacio, y por lo tanto sentirse competencia de ellos, su civilización estaría amenazada. Decidieron venir periódicamente, para vigilarnos.
En etos momentos ya no estamos tan lejos de poder dar el salto espacial, unos siglos, un milenio..no mucho más quien sabe. A partir de ahora Los Visitantes se dejarán ver menos, pues se han convencido de que su actuación será innecesaria, la probabilidad de que los humanos nos autodestruyamos, y con nosotros toda la vida de la Tierra es muy grande, pero no descartan la posibilidad de que el salto se produzca antes de la autodestrucción. Si esto pudiera suceder, Los Visitantes se verán obligados a traicionar su principio de respeto y nos destruirían.
Tras estas últimas palabras, anduvimos un rato en silencio, ya había anochecido, me volví hacia mi interlocutor, para decirle que le invitaba a la cerveza de trigo que me había apostado pero había desaparecido. Me fui sólo a tomar cerveza, cuando estaba acabando la tercera, sentado en la mesa del bar, pensé - si en lugar de después hubiera sido antes la cerveza que el paseo pensaría que esta historia sólo era fruto de la rica bebida- Entonces me imaginé a Darwin diciendo socarronamente:
Tras estas últimas palabras, anduvimos un rato en silencio, ya había anochecido, me volví hacia mi interlocutor, para decirle que le invitaba a la cerveza de trigo que me había apostado pero había desaparecido. Me fui sólo a tomar cerveza, cuando estaba acabando la tercera, sentado en la mesa del bar, pensé - si en lugar de después hubiera sido antes la cerveza que el paseo pensaría que esta historia sólo era fruto de la rica bebida- Entonces me imaginé a Darwin diciendo socarronamente:
"Vaya mi teoría es universal, hasta estos seres que nunca habían roto un plato, cuando intuyen un peligro, aunque remotamente lejano, también aplican la Ley del más Fuerte".
1 comentario:
Hola Mejuto, soy Quique.
Eres una caja de sorpresas.
Que historia más linda, es real? o es un cuento?.
Si es real, tienes una memoria privilegiada, o según hablabas con este personaje, tomabas nota.
Si es un cuento, es una pasada.
Que bien escribes!!!
Gracias por este ratito tan especial.
Un abrazo de un amirador.
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