Es todo un curso de filosofía dirigido, en principio, para jóvenes pero como muy bien dice José Antonio Marina en el prólogo, es un magnífico libro para todo aquel que disfrute pensando.
Considero que es un libro muy interesante tanto para ser leído en pocas sesiones como para tenerlo de consulta y acudir a él de vez en cuando.
Para incitar a su lectura, escribo a continuación algunas reflexiones que me ha inducido uno de sus capítulos.
La tiranía procede en parte de los tiranos, pero también de los tiranizados incapaces de rebelarse individual o colectivamente. (Michel Onfray, filósofo). Pensamiento que resume acertadamente el subcapítulo titulado "¿Debéis negaros a obedecer a vuestro jefe de estudios cuando suelte tonterías?
El desarrollo del citado pensamiento, junto a la extensión del mismo a otros ámbitos nos lleva a generar toda una regla ética a seguir en infinidad de circunstancias.
Una regla que acabe con la nefasta costumbre de mirar para otro lado.
Las grandes tragedias ocasionadas por los psicópatas cuando éstos se instalan en el poder, no se hubieran producido sin la asistencia de los colaboradores ejecutores de las órdenes que los tiranos dictan.
Los destrozos ocasionados a poblaciones civiles por las bombas de racimo y por las minas antipersonas, se han dado porque hay empresas que fabrican tales artefactos, pero digo empresas es decir empresarios, financieras, técnicos, obreros, comerciales...si alguno de estos colectivos se negara a colaborar en el proceso se rompería la cadena productora y acabaría con el problema. Enlazando con el asunto de este tipo de armas recuerdo uno de los reportajes de Gunter Wallraff, el periodista indeseable, que se hizo pasar por un fabricante de productos químicos que había recibido un pedido para fabricar un componente del napalm para un determinado ejército, y recorrió toda la escala eclesiástica italiana planteando el dilema de ¿qué hacer? ¿Fabricar el componente del arma destructora de vidas, o cerrar la fábrica dejando a doscientos obreros sin trabajo? Un obispo le llegó a decir que no debería de tener problemas de conciencia, él fabricaba ese producto químico que tiene otras muchas utilizaciones, y lo que después sus clientes hicieran con el material ya no era cosa suya, el vino procedente de los viñedos de la iglesia, puede que se sirva en lugares de perdición, pero eso ya no es cosa nuestra. Tan sólo un cura de pueblo le dijo que pasara lo que pasara no debía de colaborar en esa monstruosidad.
Los países que tienen la pena de muerte implantada necesitan para su ejecución no sería posible sin los verdugos, personas capaces de matar a alguien a quien posiblemente ni conozcan, también se necesita a todo el equipo de personas que hacen posible el método de ejecución: el inventor del aparato, los que intervienen en el proceso de su fabricación, los del servicio de mantenimiento. Y por supuesto a todo el equipo que protagoniza el protocolo del nefasto acto, incluido el personaje que prepara al reo para que sea bien recibido en el más allá.
En la década de los setenta, estando en mi puesto de trabajo en Desarrollos Baterías, me pasaron una llamada de un capitán de artillería con la consulta referente a las condiciones de trabajo de la batería que servía en el sistema de apunte y disparo de un cañón. Desde el punto de vista técnico la consulta era una chorrada, pero personalmente me afectó el pensar que un aparato desarrollado por mí, tenía tan vil aplicación, formar parte de una máquina de guerra. Mi amigo Feliciano, con su sentido de la oportunidad me dijo: Hombre, piensa que también se montan en ambulancias...
1 comentario:
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