jotaele:
en tu parida “mitos” mencionas tu decisión de informar a tus infantes de qe los regalos no los traen los reyes magos.
sobre ello tuve la ocurrencia hace algún tiempo de escribir unas reflexiones un tanto apuradas y qizás hasta inestables.
qizá ya te las envié en alguna ocasión, pero te las transcribo de nuevo ahora:
Regalos en reyes
Asumo que los regalos son un mecanismo tradicional de redistribución de la riqueza fuera de la economía de mercado, y que esa es su utilidad como costumbre, pero no tengo una explicación para el hecho de que los regalos a los niños sean entregados por criaturas mitológicas. Seguramente la haya. El fenómeno se repite en muchas partes del mundo, aunque con variantes.
Me pregunto ¿para qué sirve eso a la supervivencia de la comunidad?
Que los regalos dependan de unos seres sobrenaturales, que además premian a los niños buenos y no le traen nada a los malos, evita, por un lado que los niños sean malos pero ocultándolo. Es más difícil evitar que te castigue un ser que lo ve todo que tus padres si haces trastadas a sus espaldas; por otro lado le evita a los padres el chantaje directo de los hijos. Si el regalo no depende de ti tus hijos no estarán dándote todo el día el coñazo con lo que quieren.
Como las fiestas cristianas se pusieron en fechas en las que ya había fiestas paganas para asimilar en lo posible las costumbres de la gente y que tuvieran que abandonar menos cosas para abrazar la nueva fe (Navidad, San Juan, Pascua y Carnaval), es posible que la costumbre de regalar algo ya estuviera establecida y que los Reyes Magos y Papá Noel no fueran más que la cristianización del semidiós precedente.
Efectivamente, parece que parte del tema de los regalos procede de la costumbre de hacer ofrendas. Lo que me choca es que, habiéndose diversificado tremendamente (Reyes Magos, Papá Noel, la Befana,
Santa Lucía, el Niño Jesús, el Olentzero, el tronco que caga regalos que ahora no caigo en cómo se llama, etc.), se haya mantenido.
Me parece una coincidencia muy grande y un gran esfuerzo por mantener la costumbre. Tiene que tener alguna clase de ventaja. Porque a los niños se les puede dar dos hostias si se ponen pesados con los regalos (método educativo que ha sido muy popular) o decirles simplemente cada vez que se caen, se les infecta una herida o se les muere un hermano que la culpa es de sus pecados. Vamos, el mismo método de control que con los adultos.
Claro que, a lo mejor no existe una explicación a ello (o a lo mejor sí, y a mí no se me ocurre).
No todo tiene por qué tener una explicación en base a la supervivencia del individuo. ¿Por qué teñimos la ropa o nos decoramos la cara? Algunas cosas las hacemos, simplemente, porque nos molan. (Aunque a lo mejor esas acciones también tienen una explicación en su origen).
Y reírse de los niños que se creen nuestras mentiras mitológicas es algo que siempre ha encantado a la gente mayor. Y a los niños también, que bien se les ilumina la cara con estas cosas.
Por otra parte, está el valor educativo (torpe valor educativo, pero no estoy hablando de su eficacia sino de la creencia en su eficacia). Claro que con dos hostias todo solucionado, o si no, con otra creación mitológica: "el hombre del saco", que en sus diversas variantes también existe por ahí.
Pero supongo que eso es el "palo", y también hacía falta la zanahoria. Y la zanahoria son los Reyes Magos.
Pienso en los personajes fantásticos que regalan a los niños, y me resulta chocante. Europa es casi totalmente monoteísta de boquilla (los católicos a menudo se comportan como politeístas, pero los protestantes parece que se toman más en serio el tema) y sin embargo ha fomentado una enorme diversidad de "dioses menores" infantiles. Que yo sepa, ni el Hannukah ni ninguna festividad musulmana en la que se hagan regalos tiene "deidades menores" que los repartan.
Decía Frazer (James George Frazer, autor absolutamente recomendable) que toda religiosidad popular es politeísta.
El mundo rural cristiano es un ejemplo magnífico. Sí, vale, un dios único, pero si se te pierde algo, le rezas a San Cucufato; si no quieres que llueva, a Santa Bárbara; si vas a hacer un viaje en barco, a Santa María del Mar. Luego viene la teología y lo disfraza diciendo que se les reza para "que intercedan ante el Creador" y blablabla, pero al final es lo que es: estás rezando a la diosa del mar, a la diosa de las tormentas y al dios de los objetos perdidos.
Por otro lado, las cosas tienen que tener un motivo. Si no lo tuvieran, no se repetirían. Es como las plumas del pavo real, las manchas del tigre o el ayuno pascual, y por qué en unos lugares se come cerdo. A veces el motivo es obvio, a veces no, pero un hecho social no se reproduce y mantiene sin una razón, y la repetición de seres imaginarios haciendo regalos es mucha para que sea gratuita. Estoy pensando ahora en el ratoncito Pérez, tradición de apenas cien años, replicada en otros países por su correspondiente ente.
¿Por qué "creamos" esa tradición? ¿Por qué nos obstinamos en crear seres imaginarios que regalan cosas tangibles?
¿Será quizá para poner un intermediario entre nosotros y el niño, de manera que no seamos los padres quienes hacemos el regalo y por tanto quienes respondemos de qué, cómo y por qué, con lo que la presión para el "cumplimiento" sea mayor?
sobre ello tuve la ocurrencia hace algún tiempo de escribir unas reflexiones un tanto apuradas y qizás hasta inestables.
qizá ya te las envié en alguna ocasión, pero te las transcribo de nuevo ahora:
Regalos en reyes
Asumo que los regalos son un mecanismo tradicional de redistribución de la riqueza fuera de la economía de mercado, y que esa es su utilidad como costumbre, pero no tengo una explicación para el hecho de que los regalos a los niños sean entregados por criaturas mitológicas. Seguramente la haya. El fenómeno se repite en muchas partes del mundo, aunque con variantes.
Me pregunto ¿para qué sirve eso a la supervivencia de la comunidad?
Que los regalos dependan de unos seres sobrenaturales, que además premian a los niños buenos y no le traen nada a los malos, evita, por un lado que los niños sean malos pero ocultándolo. Es más difícil evitar que te castigue un ser que lo ve todo que tus padres si haces trastadas a sus espaldas; por otro lado le evita a los padres el chantaje directo de los hijos. Si el regalo no depende de ti tus hijos no estarán dándote todo el día el coñazo con lo que quieren.
Como las fiestas cristianas se pusieron en fechas en las que ya había fiestas paganas para asimilar en lo posible las costumbres de la gente y que tuvieran que abandonar menos cosas para abrazar la nueva fe (Navidad, San Juan, Pascua y Carnaval), es posible que la costumbre de regalar algo ya estuviera establecida y que los Reyes Magos y Papá Noel no fueran más que la cristianización del semidiós precedente.
Efectivamente, parece que parte del tema de los regalos procede de la costumbre de hacer ofrendas. Lo que me choca es que, habiéndose diversificado tremendamente (Reyes Magos, Papá Noel, la Befana,
Santa Lucía, el Niño Jesús, el Olentzero, el tronco que caga regalos que ahora no caigo en cómo se llama, etc.), se haya mantenido.
Me parece una coincidencia muy grande y un gran esfuerzo por mantener la costumbre. Tiene que tener alguna clase de ventaja. Porque a los niños se les puede dar dos hostias si se ponen pesados con los regalos (método educativo que ha sido muy popular) o decirles simplemente cada vez que se caen, se les infecta una herida o se les muere un hermano que la culpa es de sus pecados. Vamos, el mismo método de control que con los adultos.
Claro que, a lo mejor no existe una explicación a ello (o a lo mejor sí, y a mí no se me ocurre).
No todo tiene por qué tener una explicación en base a la supervivencia del individuo. ¿Por qué teñimos la ropa o nos decoramos la cara? Algunas cosas las hacemos, simplemente, porque nos molan. (Aunque a lo mejor esas acciones también tienen una explicación en su origen).
Y reírse de los niños que se creen nuestras mentiras mitológicas es algo que siempre ha encantado a la gente mayor. Y a los niños también, que bien se les ilumina la cara con estas cosas.
Por otra parte, está el valor educativo (torpe valor educativo, pero no estoy hablando de su eficacia sino de la creencia en su eficacia). Claro que con dos hostias todo solucionado, o si no, con otra creación mitológica: "el hombre del saco", que en sus diversas variantes también existe por ahí.
Pero supongo que eso es el "palo", y también hacía falta la zanahoria. Y la zanahoria son los Reyes Magos.
Pienso en los personajes fantásticos que regalan a los niños, y me resulta chocante. Europa es casi totalmente monoteísta de boquilla (los católicos a menudo se comportan como politeístas, pero los protestantes parece que se toman más en serio el tema) y sin embargo ha fomentado una enorme diversidad de "dioses menores" infantiles. Que yo sepa, ni el Hannukah ni ninguna festividad musulmana en la que se hagan regalos tiene "deidades menores" que los repartan.
Decía Frazer (James George Frazer, autor absolutamente recomendable) que toda religiosidad popular es politeísta.
El mundo rural cristiano es un ejemplo magnífico. Sí, vale, un dios único, pero si se te pierde algo, le rezas a San Cucufato; si no quieres que llueva, a Santa Bárbara; si vas a hacer un viaje en barco, a Santa María del Mar. Luego viene la teología y lo disfraza diciendo que se les reza para "que intercedan ante el Creador" y blablabla, pero al final es lo que es: estás rezando a la diosa del mar, a la diosa de las tormentas y al dios de los objetos perdidos.
Por otro lado, las cosas tienen que tener un motivo. Si no lo tuvieran, no se repetirían. Es como las plumas del pavo real, las manchas del tigre o el ayuno pascual, y por qué en unos lugares se come cerdo. A veces el motivo es obvio, a veces no, pero un hecho social no se reproduce y mantiene sin una razón, y la repetición de seres imaginarios haciendo regalos es mucha para que sea gratuita. Estoy pensando ahora en el ratoncito Pérez, tradición de apenas cien años, replicada en otros países por su correspondiente ente.
¿Por qué "creamos" esa tradición? ¿Por qué nos obstinamos en crear seres imaginarios que regalan cosas tangibles?
¿Será quizá para poner un intermediario entre nosotros y el niño, de manera que no seamos los padres quienes hacemos el regalo y por tanto quienes respondemos de qué, cómo y por qué, con lo que la presión para el "cumplimiento" sea mayor?
Sisifo
1 comentario:
La "parida" me gusta pero una gran amiga, que compartía su lectura conmigo, ha querido que puntualizase el texto ya que, según ellas, cuando afirmas que los regalos son un "un mecanismo tradicional de redistribución de la riqueza fuera de la economía de mercado" estás cometiendo un error temporal. Según ella (y yo me sumo), en el Mundo Occidental, el mercado ha asimilado perfectamente este mecanismo de redistribución de riqueza desvirtuándolo totalmente al "mercantilizarlo". (Es que tengo unos amigos muy rojos y muy cultos)
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