Recién estrenada la democracia en España, tuve que pisar la comisaría de mi barrio para denunciar el hurto de mi automóvil, que como el 99% de los cacharros de entonces dormía en la calle. La denuncia era y sigue siendo requisito indispensable para iniciar la gestión con la compañía aseguradora
Durante la hora larga que permanecí en las dependencias policiales pude observar como se “atendía” a lo supuestos delincuentes y como los funcionarios de entonces se lamentaban de que con aquellos pobres diablos ya no estaban permitidos ciertos tratos más expeditivos que facilitaban la labor de los agentes. En la sala de espera se hallaba tirado con síntomas de embriaguez, un soldado americano de raza negra de la base de Torrejón. Aparecieron tres miembros de la PA americana y con muy malos modales no exentos de algún golpe se lo llevaron. Cuando entré a efectuar la denuncia uno de los agentes le decía al compañero de al lado “te has fijado como se lo han llevado, este duerme caliente esta noche, ¡lo qué hemos perdido con tener que calzar guantes blancos!”
Mi vehículo apareció a los dos días, por supuesto con el “puente de arranque” hecho y cosa rara con alguna herramienta que el caco se había dejado olvidada.
A los dos días el coche desapareció de nuevo, pensé: el caco ha vuelto a por su herramienta. Volví a la comisaría. Cuando firmé la declaración de denuncia el funcionario que la había mecanografiado me dijo con una mezcla de ironía y socarronería: “no querían ustedes democracia, pues esto trae la democracia”. No se cómo adivinó que yo era de los que habían anhelado la DEMOCRACIA, y, diréis que tontamente, me sentí orgulloso.
El atribuir al sistema democrático la facilidad para que los delincuentes campeen a sus anchas perdura todavía y yo diría que últimamente se está generalizando, los comentarios en este sentido cada vez los oigo con mayor frecuencia y en gentes nada sospechosas de sentimientos nostálgicos. A esto contribuye las actuaciones de la justicia en los casos de mujeres y niñas asesinadas, víctimas de la violencia de género y de la pederastia: La gitanilla Mariluz, la joven Nagore, la adolescente sevillana Marta del Castillo…
Ciertamente en estos y otros casos similares la gente, en la que me incluyo, no queda conforme con las decisiones de los jueces. Yo ceo que al sistema judicial no debe moverle la venganza, aunque si entiendo la venganza en las víctimas vivas, los seres queridos de las víctimas asesinadas, poniéndome en su lugar me doy cuenta que la venganza sería una forma de mitigar el propio dolor, y por muy bestial que suene lo que sigue, yo no sería capaz de reprochar a estas victimas vivas un acto de venganza. Pero a la JUSTICIA, con mayúsculas, no se le debe permitir la venganza. Esta Justicia tiene como misión primera la de proteger al ciudadano, y como segunda rehabilitar al delincuente.
La Justicia es administrada por hombres, que como tales son susceptibles de equivocarse, hay que contar con los errores humanos, con ellos contaba también la justicia con minúsculas, la de antes del episodio del hurto de mi SIMCA. Los hombres que la administraban lo hacían de forma que si el posible error era inevitable, era preferible que algún inocente cargara con una condena no merecida antes que un culpable se librara por error del castigo. La JUSTICIA con mayúsculas, frente al margen de error actúa de forma contraria, se prefiere que un culpable se libre de la pena ante la posibilidad de que un inocente cargue con culpas ajenas.
Esto es imposible de entender o aceptar si te toca de cerca. Es el gran problema. Este pensamiento vale incluso par los creyentes cuando se dan de bruces contra un caso de esta estirpe protagonizado por la justicia divina.
Hace alrededor de veinte años, murió repentinamente un niño de doce años en mi vecindad. Era muy amigo de uno de mis hijos y realmente era brillante en todos los aspectos que del trato con él recuerdo. Mi familia lo sintió enormemente. Particularmente recuerdo en su funeral el sermón que el cura de una barriada obrera dijo dirigiéndose a los familiares. “Lo que ha pasado no se puede justificar de ninguna de las maneras, no hay palabras que puedan dar la más mínima explicación a este suceso, no existe razón que pueda dar un motivo a la muerte de P__ Me siento incapaz de consolaros….”
Desde mi pensamiento ateo, comprendí a este hombre, me emocionó su sinceridad, y lloré con él, y salvando las distancias me consideré también una de las víctimas vivas, hubiera participado en la venganza si esa posibilidad hubiera existido…
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1 comentario:
La justicia está al cuidado, no de los partidos, sino de los individuos que los componen o se oponen a ellos. La justicia no existe, y sólo es un valor cuando hay justos para defenderla. Pero ¿que es un justo? Responder a esta pregunta quizás sea lo más difícil. ¿Es el que repeta la legalidad? No, puesto que ésta puede ser injusta?. Evidentemente, lo deseables es que las leyes y la justicia vayan en la misma dirección, y cada uno de nosotoros en cuanto ciudadanos, estamos obligados moralmente a esforzarnos por conseguirlo. (Pequeño Tratado de las Grandes Virtudes)
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