En el apartado del Cura, ya dije que en la Escuela también fue obligatoria la asignatura de Política. También se llamaba Formación del Espíritu Nacional. En realidad no conozco a nadie que creyera haber recibido algún beneficio de ninguna clase por haber recibido esta seudo formación.
Mi amigo el condiscípulo Xxxx, sacaba en esta asignatura unas notas excepcionales. Hace poco me confesó que contestaba a las preguntas como le venía en gana, pero que no olvidó nunca en la antefirma el saludo de “viva franco y arriba España”
En mi opinión, el Sr. Silvestre era un pobre diablo sin ninguna formación. Con el tiempo descubrí que trabajaba en una especie de almacén del frente de juventudes, donde se encargaba del material deportivo. Allí controlaba a quién se prestaba unos esquíes o una tienda de campaña. Me imagino que cuando la Escuela solicitó al organismo pertinente un profesor de política, en dicho organismo tiraron de la persona más desocupada.
Sus clases no tenían el más mínimo interés, y de hecho en mi curso nos turnábamos de dos en dos para entretenerle mientras que los demás se dedicaban a otros menesteres, incluso a asuntos que podíamos llamar positivos como pasar apuntes de otras asignaturas.
Siempre me extrañó en este personaje que nos tratase de Ud., en el primer curso éramos chavales de catorce o quince años, y él fue uno de los pocos profesores que lo hacían, la extrañeza estaba en que entre los falangistas no se usaba el Ud, por lo que en su caso era altamente contradictorio por partida doble.
En segundo curso, cierto día llegó el Sr. Silvestre sin su sonrisa bobalicona, estaba muy serio, y preguntó muy ceremoniósamente: ¿conocen Udes. La Ley X?. Por lo visto era una de las que el Régimen denominaba como Fundamentales. Nosotros nos mirábamos desconcertados y negábamos ingenuamente su conocimiento. Silvestre muy indignado nos echó una bronca fenomenal. Para él era insólito que unos estudiantes que aspiraban a ejercer puestos de responsabilidad en el futuro, desconocieran, en el presente, una ley tan importante. Después de más de diez minutos de aguantar el rapapolvos, Fernando Matey le pidió, con amanerada humildad, que nos explicara la Ley para no volver a caer en tan imperdonable ignorancia. De forma inmutable Silvestre contestó que de acuerdo, que en ese momento él no recordaba bien la Ley pero que para la próxima clase se la traería preparada.
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JLMejuto
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