El viernes pasado nos dejó Saramago.
Todos los comentarios en los medios de comunicación coinciden en un concepto: "Nadie sabe qué echaremos más en falta con su desaparición si al genial escritor, o al verdadero hombre bueno comprometido hasta los tuétanos con las causas más nobles y en favor de los más desfavorecidos"
Descubrí literariamente a Saramago al leer su novela "La caverna", a partir de ella he leído casi toda su obra y seguiré leyéndole y releyéndole como mi autor favorito que lo es. Si en este escrito tuviera que destacar alguna de sus obras, no sabría por cual decidirme, además la prensa ya lo está haciendo con mucho más conocimiento que yo.
Como mi modesto homenaje, copio en esta página, un artículo que escribió Saramago para la revista del cuarto trimestre de 2006 de Greenpeace, un artículo que por si solo encierra todo lo que ha sido este gran hombre: un genio literario, un activista comprometido, un derroche de humanidad:
La despedida de Jerónimo Melrinho.
Soy nieto de un hombre que, al presentir que la muerte estaba a su espera en el hospital a donde lo llevaban, bajó al huerto y fue a despedirse de los árboles que había plantado y cuidado, llorando y abrazándose a cada uno de ellos, como si de un ser querido se tratara. Este hombre era un simple pastor, un campesino analfabeto, no un intelectual, no un artista, no una persona culta y sofisticada que hubiera querido salir del mundo con un gesto que la posteridad registraría. Se diría que estaba despidiéndose de lo que hasta entonces había sido su propiedad, pero su propiedad eran también los animales de los que vivía y no se acercó a ellos para decirles adios. Se depidió de la familia y de los árboles como si todo fuese para él su familia.
Este episodio sucedió, fue real no es fruto de mi imaginación . En muchos años jamás oí de boca de mi abuelo palabra alguna sobre árboles en general y esos en particular que no estuvieran motivadas por razones prácticas. Luego no podría esperar, nadie podría esperarlo, que la última manifestación consciente de la personalidad del viejo hombre tocara la línea de lo sublime. Y sin embargo sucedió.
Nunca podré saber qué pasó en el espíritu de mi abuelo en aquella hora extrema, qué pensó o sintió, qué llamada urgente encaminó sus pasos inseguros hasta los árboles que lo esperaban. Tal vez porque sabía que los árboles no se pueden mover, que están sujetos a la tierra por las raíces y de ellas no pueden separarse, a no ser para morir. En el fondo de su corazón tal vez mi abuelo supiera , de un saber misterioso, difícil de expresar con palabras, que la vida de la tierra y de los árboles es una sola vida. Ni los árboles pueden vivir sin la tierra, ni la tierra puede vivir sin los árboles. Incluso hay quien afirma que los únicos habitantes naturales del planeta son ellos, los árboles. ¿Por qué? Porque se nutren directamente de la tierra, porque la agarran con sus raíces y por ella son agarrados. Tierra y árbol, aquí está la simbiosis perfecta.
Puede que algunos piensen que hay demasiado lirismo en estas palabras. Es posible, porque, tal como la tierra y los árboles, sentimiento y razón siempre van unidos. Pero no fue por puro sentimiento por lo que me uní a la campaña de Greenpeace para la protección de los bosques primarios y para la utilización de los productos forestales de un modo no contaminante. Mejor que llorar sobre la leche derramada sería no romper la vasija. La metáfora sirve, de eso se trata.
Cuando los representantes de Greenpece me explicaron las razones objetivas del proyecto y me pidieron que participara en él, comprendí que no tenía suficiente con preocuparme con la situación del medio ambiente como cualquier otra persona consciente de los problemas del mundo, que era necesario que mi empeño fuera real, concreto. Les pregunté qué podría hacer y me respondieron que ya tenía en mis manos el arma pacífica con la que podría entrar en batalla: los libros, los libros que consumen cantidades gigantescas de papel, los libros que devoran bosques y selvas a una velocidad vertiginosa, pero también los libros que pueden ser fabricados en un papel que respete en su elaboración el medio ambiente y utilice los bosques con criterio atento al bien común, o sea de manera sostenible. El resultado es el libro que se titula "Las intermitencias de la muerte" y ese es sólo el primer paso. Todas las obras que pueda escribir en el futuro, y todas las reediciones de las ya publicadas serán impresas en papel aprobado por Greenpeace tanto en Portugal como en España y en América Latina. Es lo que está ocurriendo con "Las intermitencias de la muerte" que a las ediciones ya mencionadas se juntaron las de Brasil, Italia y Cataluña, y espero que en breve se sumen las de otros países que tienen a bien traducir y publicar los libros que vengo escribiendo.
Concluyo haciendo una invitación y lanzando un desafío. Que otros escritores colaboren en el mismo sentido con Greenpeace, que otros editores se unan a estos míos de ahora y sobre todo, si sobretodo que los lectores, el público, sean más conscientes de que este combate es también el suyo. Defender los árboles es defender la tierra. Mi abuelo ya lo sabía y no sabía ni leer ni escribir. Un viejo analfabeto me dio la mejor de las lecciones. Aquí la dejo ofrecida si piensan que es justa y humana. Sé que para algunos ya lo ha sido: me dicen que en Puerto Rico una manifestación de defensa de un bosque, que los intereses especulativos querían talar, se hizo bajo la pancarta que llevaba el nombre de mi abuelo Jerónimo, y que como él las personas se abrazaron con tanta fuerza a los árboles que el bosque se salvó. Sé que una alameda de Castril, un pueblo de Granada, lleva el nombre de Jerónimo Melrinho y esa alameda, con ese nombre, se mantiene desplegada como la bandera más hermosa.
A unos por la lección, a otros por el mantenimiento del ejemplo, a otros por la severa atención con que miran el mundo, les digo gracias. Y seguimos en ello porque hay motivo.
Es curioso observar que yo nunca guardo las revistas. Las suelo pasar para difundir sus mensajes. Con esta del 2006 hice una excepción.
Todos los comentarios en los medios de comunicación coinciden en un concepto: "Nadie sabe qué echaremos más en falta con su desaparición si al genial escritor, o al verdadero hombre bueno comprometido hasta los tuétanos con las causas más nobles y en favor de los más desfavorecidos"
Descubrí literariamente a Saramago al leer su novela "La caverna", a partir de ella he leído casi toda su obra y seguiré leyéndole y releyéndole como mi autor favorito que lo es. Si en este escrito tuviera que destacar alguna de sus obras, no sabría por cual decidirme, además la prensa ya lo está haciendo con mucho más conocimiento que yo.
Como mi modesto homenaje, copio en esta página, un artículo que escribió Saramago para la revista del cuarto trimestre de 2006 de Greenpeace, un artículo que por si solo encierra todo lo que ha sido este gran hombre: un genio literario, un activista comprometido, un derroche de humanidad:
La despedida de Jerónimo Melrinho.
Soy nieto de un hombre que, al presentir que la muerte estaba a su espera en el hospital a donde lo llevaban, bajó al huerto y fue a despedirse de los árboles que había plantado y cuidado, llorando y abrazándose a cada uno de ellos, como si de un ser querido se tratara. Este hombre era un simple pastor, un campesino analfabeto, no un intelectual, no un artista, no una persona culta y sofisticada que hubiera querido salir del mundo con un gesto que la posteridad registraría. Se diría que estaba despidiéndose de lo que hasta entonces había sido su propiedad, pero su propiedad eran también los animales de los que vivía y no se acercó a ellos para decirles adios. Se depidió de la familia y de los árboles como si todo fuese para él su familia.
Este episodio sucedió, fue real no es fruto de mi imaginación . En muchos años jamás oí de boca de mi abuelo palabra alguna sobre árboles en general y esos en particular que no estuvieran motivadas por razones prácticas. Luego no podría esperar, nadie podría esperarlo, que la última manifestación consciente de la personalidad del viejo hombre tocara la línea de lo sublime. Y sin embargo sucedió.
Nunca podré saber qué pasó en el espíritu de mi abuelo en aquella hora extrema, qué pensó o sintió, qué llamada urgente encaminó sus pasos inseguros hasta los árboles que lo esperaban. Tal vez porque sabía que los árboles no se pueden mover, que están sujetos a la tierra por las raíces y de ellas no pueden separarse, a no ser para morir. En el fondo de su corazón tal vez mi abuelo supiera , de un saber misterioso, difícil de expresar con palabras, que la vida de la tierra y de los árboles es una sola vida. Ni los árboles pueden vivir sin la tierra, ni la tierra puede vivir sin los árboles. Incluso hay quien afirma que los únicos habitantes naturales del planeta son ellos, los árboles. ¿Por qué? Porque se nutren directamente de la tierra, porque la agarran con sus raíces y por ella son agarrados. Tierra y árbol, aquí está la simbiosis perfecta.
Puede que algunos piensen que hay demasiado lirismo en estas palabras. Es posible, porque, tal como la tierra y los árboles, sentimiento y razón siempre van unidos. Pero no fue por puro sentimiento por lo que me uní a la campaña de Greenpeace para la protección de los bosques primarios y para la utilización de los productos forestales de un modo no contaminante. Mejor que llorar sobre la leche derramada sería no romper la vasija. La metáfora sirve, de eso se trata.
Cuando los representantes de Greenpece me explicaron las razones objetivas del proyecto y me pidieron que participara en él, comprendí que no tenía suficiente con preocuparme con la situación del medio ambiente como cualquier otra persona consciente de los problemas del mundo, que era necesario que mi empeño fuera real, concreto. Les pregunté qué podría hacer y me respondieron que ya tenía en mis manos el arma pacífica con la que podría entrar en batalla: los libros, los libros que consumen cantidades gigantescas de papel, los libros que devoran bosques y selvas a una velocidad vertiginosa, pero también los libros que pueden ser fabricados en un papel que respete en su elaboración el medio ambiente y utilice los bosques con criterio atento al bien común, o sea de manera sostenible. El resultado es el libro que se titula "Las intermitencias de la muerte" y ese es sólo el primer paso. Todas las obras que pueda escribir en el futuro, y todas las reediciones de las ya publicadas serán impresas en papel aprobado por Greenpeace tanto en Portugal como en España y en América Latina. Es lo que está ocurriendo con "Las intermitencias de la muerte" que a las ediciones ya mencionadas se juntaron las de Brasil, Italia y Cataluña, y espero que en breve se sumen las de otros países que tienen a bien traducir y publicar los libros que vengo escribiendo.
Concluyo haciendo una invitación y lanzando un desafío. Que otros escritores colaboren en el mismo sentido con Greenpeace, que otros editores se unan a estos míos de ahora y sobre todo, si sobretodo que los lectores, el público, sean más conscientes de que este combate es también el suyo. Defender los árboles es defender la tierra. Mi abuelo ya lo sabía y no sabía ni leer ni escribir. Un viejo analfabeto me dio la mejor de las lecciones. Aquí la dejo ofrecida si piensan que es justa y humana. Sé que para algunos ya lo ha sido: me dicen que en Puerto Rico una manifestación de defensa de un bosque, que los intereses especulativos querían talar, se hizo bajo la pancarta que llevaba el nombre de mi abuelo Jerónimo, y que como él las personas se abrazaron con tanta fuerza a los árboles que el bosque se salvó. Sé que una alameda de Castril, un pueblo de Granada, lleva el nombre de Jerónimo Melrinho y esa alameda, con ese nombre, se mantiene desplegada como la bandera más hermosa.
A unos por la lección, a otros por el mantenimiento del ejemplo, a otros por la severa atención con que miran el mundo, les digo gracias. Y seguimos en ello porque hay motivo.
Es curioso observar que yo nunca guardo las revistas. Las suelo pasar para difundir sus mensajes. Con esta del 2006 hice una excepción.
8 comentarios:
Ha muerto José Saramago; Apenas unas horas para asimilar su perdida, ya que su salud así lo presagiaba, iba extinguiéndose por días. Yo estuve a poco de conocerlo personalmente, en el pueblo de Tías en Lanzarote, en septiembre del año pasado, precisamente la salud ya debilitada fue lo que lo impidió.
Hoy muchos hablaran de él, ese gran humanista que se hizo a si mismo un hombre grande, autodidacta, que miró el mundo y su tiempo para razonarlo con valentía y libre de prejuicios.
Yo, le admire en la lejanía, a través de sus declaraciones en las entrevista con sus declaraciones, sus libros. Me emocionaba la claridad y con la valencia que hablaba, quedan pocos hombres que escriban tan sencillo y tan claro como él lo hacia, algo que todo el mundo razonable entendía.
Por eso hoy todos hablaran de él, el que estuvo cerca y lo conoció mas profundamente y el que lo conociera simplemente de verle dar sus paseos de hombre sincero y humano.
Yo solo quiero hoy, con estas sencillas palabras rendirle toda mi admiración a un hombre que siempre se ha merecido todo mi respeto, por su trayectoria personal y su compromiso con la humanidad, a toda su obra de escritor y a su persona.
Un hombre que vivió para vivir siempre.
J. Pérez Rama
José,
Me uno a tu homenaje y más después de oír las paridas que han escrito sobre él los del Vaticano. Creo que lo han hecho con maldad, para desprestigiar, pero quizás no se den cuenta, que muchas de los defectos que ellos ven, son virtudes para los que creemos en la libertad y la justicia social.
Amigo Luis: Ya había leído en El País Digital los piropos que el Vaticano dedica a Saramago.
En principio pensé contestarlos, pero decidí no hacerlo ya que, sinceramente te digo que me sentía muy triste, y la tristeza no dejaba salir la mala leche al exterior.
Unas horas después, mas calmado, manifiesto que estoy de acuerdo contigo en lo de que a los pretendidos defectos los librepensadores consideramos virtudes. ¡Ojala! que cuando me vaya al otro mundo me insulte la SMICAR, claro a mi nivel lo haría la hoja parroquial del barrio.
Si los políticos especialmente el PP hubieran leído y comprendido "La caverna" no dirían ni actuarían como lo hacen. Yo también he leído casi todos los libros de Saramago y he hecho a mi hijo admirador de sus ideas.
Me ha encantado tu loa a Saramago
Rafael
Gracias Rafael.
Si los políticos que dices hubieran "digerido" La caverna no serían tan cavernícolas.
qué decir....se ha marchado un grande de verdad!!
Creo, que despues de leer tu "parida", voy a intentar conocer un poco mas a fondo a este personaje tan fabuloso que es Saramago
Un saludo al que nos recuerda con sus paridas que existen personajes tan fabulosos como es Saramago
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